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El informe estadístico anual del sector papelero concluye que la recuperación aún es frágil, pero augura mejoras en 2017

  • Publicado el 19 de Junio de 2017

Con un incremento de las inversiones del 85% hasta suponer casi el 8% de la cifra de negocio, afrontó el sector papelero español el ejercicio 2016, caracterizado por la ralentización del crecimiento de la producción de papel, la desaceleración de la demanda interna y la reactivación de las exportaciones, según datos de ASPAPEL, que ha presentado esta mañana el Informe Estadístico Anual del Sector Papelero.


La frágil recuperación iniciada por el sector papelero español en 2015 se ralentizó en 2016. El pasado ejercicio, las 71 fábricas papeleras españolas produjeron 6.218.600 toneladas de papel, con un incremento del 0,4%, en línea con la desaceleración del consumo de papel que creció el 0,6.


El ejercicio 2017 se inició con caídas de producción y, pese a que en marzo ya se registró un incremento de la producción de papel, el primer trimestre se cerró con un descenso del 1,1%. El dato de abril, con un crecimiento de la producción de papel del 3,2%, unido al también positivo de marzo (2,6%) apunta a mejores perspectivas para el presente ejercicio.


Las 10 plantas fabricantes de celulosa en España produjeron 1.676.500 toneladas en 2016, un 2,2% más que en el ejercicio anterior. “La competitividad perdida a causa de la reforma energética —y todavía no recuperada plenamente— y el alto nivel de incertidumbre económica y política a escala nacional, europea y mundial —explicó el presidente de ASPAPEL, Enrique Isidro— están lastrando la recuperación, cuya fragilidad ponen de manifiesto los datos del último ejercicio”.


ASPAPEL


La industria papelera española es un sector eminentemente exportador. Exporta el 55% de la celulosa y el 46% del papel que fabrica y el 57% de la facturación del sector procede del comercio exterior. La UE supone el 61% de las exportaciones de papel y el 85% de las de celulosa. Mercados tan exigentes como Alemania, Francia, Italia, Portugal y Países Bajos son los principales receptores de esas exportaciones.


Las exportaciones durante la crisis proporcionaron refugio ante la caída del mercado interior y alcanzaron récords históricos. Con la recuperación del consumo interno, las exportaciones perdieron algo de fuelle. Y el pasado ejercicio, ante la ralentización del mercado interior, las exportaciones volvieron a reactivarse.


En 2016 se exportaron 2.830.100 toneladas de papel, con un incremento del 1,2%. Las exportaciones de celulosa (928.500 toneladas) crecieron el 9,2%. El sector papelero español está respondiendo a este escenario de incertidumbre y fragilidad de la recuperación, con fuertes inversiones y reforzando su especialización en papeles para embalajes, que actualmente supone el 58% del total.


Una transformación que implica todo un reto técnico, con repercusiones sobre el aprovisionamiento de materias primas. En esta línea, es también reseñable el importante incremento de la producción de papeles especiales, fruto de este reposicionamiento hacia productos de mayor proyección y valor añadido.


Las inversiones del sector en 2016 ascendieron a 328 millones de euros, lo que supone un 7,7% de la cifra de negocio y un incremento del 85% con respecto al año anterior, en el marco del ciclo inversor iniciado en 2014. Se trata de inversiones enfocadas a la innovación, el incremento de la capacidad, la mejora de la eficiencia y los costes, la renovación tecnológica y la calidad y el medio ambiente.


Las inversiones previstas para 2017 ascienden a 372 millones de euros, un 13% más que en el ejercicio anterior. Pese a la crisis, en los últimos diez años, el sector papelero español invirtió 2.282 millones de euros (una inversión media anual del 5,3% de la facturación).


La industria española de la celulosa y el papel apuesta por una reindustrialización sostenible como bioindustria descarbonizada, basada en un recurso renovable y referente del nuevo modelo industrial de la economía circular.


Pero esta visión solo se hará realidad si se produce el tan esperado impulso a la reindustrialización. Un precio competitivo de la energía para la industria, el desarrollo de infraestructuras y una regulación que permita mejorar la logística y el transporte, la defensa de nuestros intereses en el marco de política comercial de la UE y el estímulo a la I+D+i son algunos de los aspectos clave para dar solidez e impulso a la recuperación económica. 

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